miércoles, 13 de febrero de 2008

Hijo de china

Seis sillas de asiento de madera,
una mesa
y un estante de pino queriendo imitar caoba,
eran los muebles.
La vista de aquel cuarto
medio desnudo
le hubiese derramado en las venas
todo el extinguido torrente de sangre
de sus nueve años.
Una mirada de soslayo,
traidora y falsa
como un puñal.
Modorra, y sangre casi negra.

La negra espiral de humo,
llevada por la brisa,
se desplegaba en el cielo
como un inmenso crespón:
un bulto, como la sombra de
un hombre que se venga
y huye.