jueves, 16 de agosto de 2007

IV – Las lecciones del Buda

Te fuiste rápido para no sentir el hielo de los muertos, quemado en la fría ciudad. Corriste en la ficticia alucinación que siempre sentiste lejana, que te produjo ese sentir de extrañamiento.
Miré sus manos que sentían el frío de su ambiente y giré en mi punto, emprendí el camino hacia el este donde me habían dicho que las gentes eran demagogas y que llevan puesto, como deben, un Rosario. Me acordé que mi mejor amigo es anónimo.
Las hormigas son un universo aparte. Un macrocosmo aparte. La creación perfecta del reino de dios, imposible de alegorizar. Millares de individuos con la armonía del lobo solitario. El pibe de dos metros de alto comía hormigas, amamantaba cuervos y se rascaba la barba. Pero... hay nexos coordinantes que permiten modificar tus perspicacias. El tedio es repetitivamente inédito.
La señora de carne roja rugía mientras el pseudo-cangrejo irritaba los lóbulos, y el pus aromatizaba el ambiente. La primordial sonrisa cruda, que de a ratos perdía algún suspiro, llenó de ternura a nuestro héroe, el carnívoro-cangrejo. No se quejaban de sus ruidos, ni se molestaba en interpretar lo descifrado. Los arreglos del fuerte permitían al proceso de abolición, la llamada luna permaneció quieta. La sociedad resistía enigmáticamente, los bichos bolitas formaban muletas. ¿De donde viene esa mugre de siglos? La aerodinamia es, quizá, tu ventaja.
Ahora amamos este mundo suicida. Éste que nos engorda la sombra con imágenes funcionales. Nos dimos por vencidos, entre paréntesis, sin andar la ruta como habíamos acordado. No concuerdan el tiempo y las cosas y se te nublan las tripas. Nos obligaron a matarnos. Su figura, él permanecía sentado, con los ojos al viento, en la ventana. Su muerte [la de ella] lo hacía culpable. Sus palabras secas en sentido no llegaban a mi cerebro. Saqué de mi saco, le disparé, cayó, se paró, y como si hubiera nacido la acusaba de matarse.
El sueño se cumplía mientras el tobillo le ardía en el infierno. Los vicios le pesaban, pero ahora, ¡por fin!, podría sentir el hielo de los muertos.

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