martes, 27 de marzo de 2007

I - Hermanitos en el Freezer Por Frydor Clotta

Ni el tiempo ni la muerte logran detenerme. Las noches y la oscuridad se contraponen. La ambigüedad eterna del frío que condena a los sueños nos es grata en esa oscuridad. El tiempo deja realizar la catársis, ese desencadenamiento de siniestras palabras transformadas.
El sema de esas palabras siniestras nos limita a la caída cósmica, a la muerte de dios. Son vagas palabras, ¿Has revivido? Se que dios no nos deja vivir, se que esta palabra no es ambigua. dios dirá que estamos muertos, pero Buda no nos quitará las ganas de aullar (Nota al Pié: el extraño díler muere en su venta junto a los residuos, testículos). Retomamos la idea, los alemanes que son americanos (Nota al Pié: no) muerden los arneses y vibran junto a la epilepsia.
Los chicos punzados, viejos borrachos de subte, no engendran mellizos varones. ¡Este palo está demasiado grueso! ja. Pero... sabemos que sus historias no son sexualmente comparables. Parece que en ellos la muerte no retorna aunque sea en sus cerebros. La muerte no es como sus ladrillos de casas húmedas. Esas nuevas maquinas que nos exprimen el cerebro con uñas de dolor mientras el corazón cargado en humo se despedaza en viejos sueños perdidos. Sus pelos indefinidos lo mantenían realmente avergonzado ya que también sus gestos lo hacían irremediablemente odiado. No es fácil odiar cuando la sangre es tragada, de a chorros, gota a gota, litro a litro, por las nuevas maquinas, así que debemos rezar por ello.
Como cuando los palos son muy gruesos. Gruesos, deja el tarro de vaselina y los homenajes se hacen presentes; ya las noches. Me gusta tomar vino. Me cansé de sus ironías y que la muerte lo separe.
El hombre que pone el sol no calla a los lobos que piden a gritos que las puertas sean abiertas, pero mira fijo los fuegos. Ese hombre llena de calor las penumbras, y los laberintos se hacen unísonos y la vida cambia y las rosas queman el ardor del rocío.
El lago del rocío llena nuestras entrañas y las de los lobos, mientras comen las paredes lacrimógenas del otro mundo. ¡Pobre culo el del chico! El sarcasmo es como mi mesa en la niebla, no se ve la vida si uno se levanta dentro de determinados períodos. El lago derriba la mesa, se va la niebla, se ve la vida y se produce el sarcasmo. Lo comemos con fruición, manchándonos los ojos con la saliva de los lobos, el tibio rocío, y el obscuro aceite de las nuevas maquinas. Ahora lloramos por estos muertos queridos. Las leyes no merecen tus piedades, mientras las jaulas golpean tus sienes. La primavera conversa al descaro. Ya es inevitable vivir.

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